Por ahí de 1966, a un muchacho de 20 años, que ya destacaba como bailarín en los salones de baile del país, se le ocurrió la idea de bailar la cumbia colombiana con algunos pasos del swing de Estados Unidos, pero con la diferencia de que el hombre y la mujer al bailar se ponían uno al frente del otro. Así nació el swing criollo y el joven de la idea fue Jorge “Pelusa” Miranda Arteaga.
Tanto el baile como la palabra swing criollo fueron creciendo en el país y en la cultura costarricense, a tal punto que lo que nació como una mezcla de cumbia colombiana con swing gringo, terminó como un baile único, original y que ahora es orgullo nacional y que nos representa como ticos.
Esta semana, la Real Academia Española (RAE) le informó al mundo que dentro de las nuevas palabras aceptadas están dos de cepa tica, el pura vida y el swing criollo.
Esta linda noticia para la identidad costarricense, nos revolcó los recuerdos y nos hizo entender que el swing criollo logra meterse como un costarriqueñismo, primero y después como una palabra mundialmente válida, gracias al invento de Pelusa, quien nació en La Uruca y vivió gran parte de su vida en Sagrada Familia y Cristo Rey de San José, de hecho, lo encontramos en Cristo Rey el pasado jueves 30 de noviembre.
“Siempre admiré y admiro el swing americano, pero aquí en Costa Rica noté que en los salones de baile no se bailaba como tenía que ser. De ahí nació lo mío, que por medio de otro tipo de música (la cumbia) comencé con ese toque del bailar de frente de forma especial y diferente porque el swing americano se baila de medio lado y es muy acrobático.
Primeros pasos
“Las muchachas de aquella época y los amigos de baile me aceptaron la idea y comenzamos a afinar día con día esa nueva forma de bailar la música. Jamás olvidaré que la primera vez que llevé la idea de bailar swing criollo, por supuesto que todavía no se llamaba así, fue en el salón que todos conocíamos como El Chavarría, en Sagrada Familia, pero en realidad se llamaba El Paramount”, recuerda Pelusa.
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Pelusa jamás bailó swing estadounidense, nos comenta que es demasiado acrobático y no logró agarrarle el gusto, pero admiraba ciertos pasos y la alegría con que se bailaba, por eso decidió adaptarlo a la tica.
“Al inicio de ese nuevo baile todos bailábamos como nos daba la gana”, asegura.
No se le olvida que uno de sus amigazos de baile, conocido como “Loviyou” (Enrique Portugués, quien ya falleció), fue uno de los que aportó pasos y ayudó a que los jóvenes de la época fueran entendiendo cómo era ese nuevo baile.
“En el salón El Chavarría comencé a ver cómo poco a poco, cuando ponían la cumbia, los jóvenes la bailaban al estilo que inventé y que mis amigos apoyaron y alimentaron.
“Arranqué el cambio al swing a la tica con las cumbias de la Sonora Santanera y con las de Billos Caracas Boys. Descubrimos que para lo que estábamos creando no había nada más rico para bailar que la cumbia. Igual se podía bailar con otros ritmos, pero le calzaba ideal a la cumbia.
“Pensé que los colombianos se iban a enojar por la adaptación, pero después lo tico ganó terreno porque grupos como Los Hicsos con canciones como Violencia, nos daban ese ritmo que necesitábamos, entonces ahora sí era de ticos para ticos”, explica Pelusa.
Anonimato y agresión
Con tremenda alegría ahora decimos que el swing criollo fue aceptado por la RAE y también con tremendo orgullo recordamos cuando en el 2012, el swing criollo fue declarado patrimonio cultural inmaterial de Costa Rica.
Sin embargo, muchos no saben u olvidaron que el swing criollo una vez que se inventó y popularizó, se volvió en un baile prohibido en Costa Rica. Dios guarde la gente bailara swing criollo en los salones del país, entre las décadas de los sesenta, setenta y ochenta, porque de inmediato llamaban a la policía.
“Desde el principio nos comenzaron a perseguir, a arrestar, a golpear y a agredir de muchas formas. Me tocó vivir en el anonimato por muchos años porque si no me metían a la cárcel. Estuve muchas veces en la cárcel por el simple hecho de bailar swing criollo.
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“Nos decían pachucos, mariguanos, vagabundos, chivos, chusmas, solo por bailar el estilo que yo inventé. Los dueños de los salones nos veían bailando diferente y de una vez llamaban a la policía. Ante esa persecución en San José, comenzamos a ir a salones en Puntarenas y Limón, donde sí podíamos bailar libremente y eso provocó que el swing criollo llegara a las siete provincias. Fue una época hermosa, pero sí sufrimos mucho por la persecución policial”, comenta don Jorge, quien hoy día trabaja arreglando lavadoras y bicicletas.
Orgulloso
Por eso, hoy, cuando Pelusa ve que hay academias que enseñan a bailar swing criollo, que niños de escuela y jóvenes de colegio lo bailan en actos cívicos como expresión cultural y que incluso hay concursos en televisión en donde también se baila, él se llena de tremenda alegría y orgullo.
“Cada vez que veo una pareja bailando swing criollo les agradezco con todo mi corazón por bailar mi invento. Veo profesores, academias, en fin, mucha gente engrandeció lo mío. Me encanta disfrutar de un país que baila, quiere y saborea lo que con tanto cariño inventé.
“Creció el chiquito y está muy sano. Al entrar a un salón de baile y ver las parejas bailando swing criollo hasta que respiro profundo y me alegró, siempre me digo: ‘vea ahí lo mío, ahí está mi huella’”.
Esta semana a Pelusa también se le arrugó el corazón de felicidad con la noticia de la RAE.
“Agradezco con el corazón esas muestras de cariño. La palabra nace por mi invento y la gente me ha querido mucho ese baile. En verdad siento el cariño de la gente durante años. Les pido perdón que por más de 30 años estuve en el anonimato, pero es que fui muy perseguido solo por bailar swing criollo”.
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Nació del corazón
Por cierto, a Pelusa le encanta que su invento se llame swing criollo, considera que es la palabra que le va perfectamente. Según la RAE swing criollo significa: “Baile popular costarricense que se ejecuta al ritmo de cumbia y de otros géneros, como la salsa, cuyas principales características son el rebote y el uso de uno de los brazos como elemento de comunicación entre los bailarines”.
El tata del swing criollo nos dice: “El swing criollo ha cambiado mucho con respecto al que inventé y que muchos amigos ayudaron a pulir, el de ahora tiene nuevos pasos, con el tiempo hubo un corte en la vuelta.
“Nosotros lo inventamos con una vuelta completa, ahora solo se da media vuelta, pero no importa, yo amo todo eso porque me demuestra que sigue tal cual como nació, siempre con bailarines arriesgados como nosotros que le meten sus pasos nuevos. El swing criollo nació en el puro centro del corazón de un amante del baile y así sigue, amado por los bailarines”.
El brincadito de Moraga
Pelusa siempre advierte que, si bien él inventó el baile, sus amigos y amigas de baile lo alimentaron con mucho amor, por eso jamás dejará de aclarar que ese sabroso brincadito que tiene el swing criollo, ese que lo hace un baile tan único en el mundo no es suyo, ese brincadito un día de 1967, lo llevó para probarlo Moraga (Édgar Moraga Miranda) y ya nunca más se le quitó el brincadito al swing criollo.
También recordó a Mario “Hippie” (ya fallecido), entre otros. Cuenta Pelusa que era un asunto de practicar, imitarse, copiarse y admirarse, porque él también admiraba a varios bailarines de la época, ya que cuando ya dominaban el swing criollo todo era un espectáculo, que a él le provocaba sentarse y verlos para disfrutarlos.
“Inventé el swing criollo y él me ha dado tremendas alegrías y felicidad. Sé lo que es estar en un homenaje en una escuela de San Juan de Dios de Desamparados con 80 niños bailando swing criollo, eso no hay palabras para explicarlo. Me tocó hasta firmar autógrafos ese día, me sentía como una estrella de rock, no podía creerlo.
“Soy agradecido y feliz. Costa Rica me lo ha devuelto con cariño y con no dejar morir mi invento. Después de los noventa, que ya nos dejaron de perseguir, disfruté bailar en un acto cultural con una niña de pareja, algo increíble porque esa niña ni se imaginó que yo fui perseguido, encarcelado y agredido por hacer los pasos que ella estaba haciendo conmigo”, reconoce Pelusa, a sus 77 años.
“Y todavía lo bailo. Tengo mis años, pero aquí sigo bien lleno de alegría y de swing criollo”, dice con orgullo este josefino, que cuando tenía 20 años, jamás imaginó que aquella idea para salones de baile terminaría siendo un orgullo nacional.